Deporte Risaraldense

LA AUSENCIA DEL FUTBOL!

Existen personas que extrañamos, se fueron simplemente, pero dejan un gran vacío, porque lentamente han ocupado un espacio especial en nuestra vida y no contar con ellos duele y muchas veces lastíma.

Pero no sólo extrañamos personas por su ausencia, también; por ser parte de nuestra cotidianidad, extrañamos detalles, momentos, espacios que dan brillo a nuestra vida.

Se acabó el fútbol profesional en Pereira y solo nos toca contentarnos con la Copa Ciudad Pereira, pero por mucho esfuerzo que se haga, las vivencias no son iguales, los actos preparatorios para ver el Deportivo Pereira son muy diferentes, y toda la logística que individualmente realizamos alrededor de la previa de un partido profesional, no es igual.

El Deportivo Pereira deja de jugar y los fines de semana se tornan diferentes, no sacamos la camiseta del closet para tenerla lista para el medio día, no compramos las pilas para el radio, tampoco llamamos a los compañeros para que nos compre la boleta que se la pagamos en el estadio, o cuadrar la hora de la reunión para llegar juntos, ya no miramos la página oficial del equipo para las nuevas noticias, tampoco los periódicos para enterarnos de los comentarios previos al partido, no hacemos operaciones matemáticas para saber la nueva posición del equipo si se gana el partido y dónde vamos a rematar el triunfo, porque vamos es a ganar.

Sí, el Deportivo Pereira deja de jugar y el monumental es tan sombrío que asusta; porque si hay fútbol el estadio está lleno de amigos, todos son mis amigos, somos los mejores políticos, entramos saludando al que nos mire, abrazamos a quien en la calle solo le hacemos una corta venia para saludar, cantamos el Himno a Pereira con fervor mirando las banderas que se agitan en lobo sur y regañando al amigo que se quedó sentado en el himno para decirle “párese venezolano”, frotamos las manos al final de los himnos y nos sentamos para ver el equipo, nuestro equipo, nos echamos la bendición, nos cuadramos los audífonos y acercamos los dulces camuflados.

Si el equipo hace un gol, abrazamos a los amigos que se encuentren hasta cinco metros alrededor, aplaudimos, con las ganas que nos repitan el golazo como si estuviéramos viendo la televisión, sonreímos, miramos las demás caras y levantamos el pulgar para indicar que todo está mejor que nunca y que vamos a golear; si el equipo hace una mala jugada mandamos el madrazo con todas las ganas y buscamos al vecino para que nos apoye, no importa la edad o el sexo. Así en todo ese trajinar termina el primer tiempo y con el equipo arriba en el marcador, nos levantamos entonces de la silla, nos arreglamos la camiseta con orgullo y damos una sonrisa con un giro de 360 grados para mostrar toda la satisfacción de lo que parcialmente es el triunfo del equipo.

Ese triunfo parcial nos permite, sin ningún dolor, hacer cola para comer la hamburguesa desabrida y costosa del estadio, o el chuzo recalentado donde se ve más el palo que la carne, para comprar la gaseosa medio llena, cobrada como si nos vendieran una tres litros o como si el líquido se desbordara con sabor a chivas, compramos la paleta que por el calor mas parece un batido, pagamos para hacer chichí, tarifa única sin importar la cantidad, saludamos a otros amigos y nos preparamos para la segunda faena de 45 minutos.

Sonrientes y optimistas seguimos contemplando la majestuosidad de nuestro estadio mientras el árbitro da inicio a la segunda parte; esperamos con paciencia que las demás personas se acomoden y que aquella voluptuosa mujer nos deje concentrar en la cancha y no en las graderías.

Lamentamos las oportunidades de gol desaprovechadas por nuestro equipo y con un imponente madrazo nos mandamos las manos cruzadas a la parte posterior de la cabeza para indicar que “no hay derecho…”.

Con un marcador tan apretado, el visitante encima y faltando más de 25 minutos para terminar el partido comenzamos a brindar nuestros conceptos técnicos para los cambios que se necesitan y conseguimos pequeñas barras para madrear al técnico que no hace caso a nuestras expectativas.

Finalmente el partido concluye con un triunfo apretado para nuestro equipo –normalmente no es así, pero soy un hincha optimista-, y, contrario a lo que sucede con un marcador diferente, nos quedamos parados en las gradas hasta que el equipo entra a su camerino, previo aplauso. Salimos del estadio rejuvenecidos, alegres, sonrientes y en todo el recorrido de regreso a casa no perdemos minuto en la radio y escuchamos con atención y alegría los comentarios y la nueva posición del equipo, así esté a 10 puntos del octavo, pero hay esperanzas.

Esas mismas esperanzas nos ayudan a esperar el próximo partido del equipo en calidad de visitante y decidir si lo acompañamos al estadio, si es cerquita claro, o escucharlo por la radio con la camiseta puesta y en nuestra casa, pero en todo caso repetiremos orgullosos toda la logística porque en Pereira volvió el Fútbol, volvió el equipazo, estamos de fiesta amarilla y roja.

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