Deporte Risaraldense

Invitado del Día

Luis H Díaz, el velocista de la década de 1970

Sus condiciones fueron innatas, pero las pulió en el velódromo, y siendo pistero fue el mejor de la década de 1970, al ganar Centroamericanos, Panamericanos y Bolivarianos en los 4 mil metros persecución individual, por equipos y las pruebas por vueltas.

Luis H Díaz además era el más rápido del pelotón. Se cansó de ganar las metas volantes y etapas de la Vuelta a Colombia, haciendo uso de una velocidad en el remate que difícilmente otros corredores podían desplegar.

El tulueño habla de que Gonzalo Marín, Jaime Galeano, Henry Cuevas y el mismo “Cochise” Rodríguez eran sus adversarios más importantes, pero en el momento crucial aparecía siempre la “Bala Colombiana” para pasar primero la línea de meta.

Luis H Díaz fue otro de los invitados a la Clásica Rubén Darío Gómez, y al lado de “Escobita” Morales, “El Ñato” Suárez, Albeiro Mejía y el diputado del deporte, Mario Marín, han compartido su gusto por el ciclismo con la caravana ciclística de la clásica, y por supuesto, con los aficionados al ciclismo que los recuerdan y admiran por ser precursores del ciclismo actual.

“Se va a cansar de ganar etapas”, dice Luis H Díaz acerca de Fernando Gaviria. Lo habla con la propiedad de haber sido especialista en la misma modalidad de quien ganó 4 etapas en el reciente Giro de Italia: el embalaje.

Con su almacén de bicicletas en Tuluá se gana el “sancochito”, afirma Luis H Díaz, quien trata de minimizar el talento que tenía, advirtiendo que “uno asustado corre mucho”.

Por: Orlando Salazar Zapata

Comunicador social periodista

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Juan de Dios “Escobita” Morales

 

¿Y de dónde nació el apodo de “Escobita”?

“En el año 71 yo tenía un amigo que era presidente del club en el que me inscribí, y él trabajaba en la empresa de Aseo de Bogotá, Edis. Entonces él le dijo al jefe que patrocinara un equipo.

Por mi baja estatura y por ser menudito, mi forma de correr era estar agazapado en el lote, y al final siempre les ganaba de un “escobazo”, y entonces la empresa se puso de acuerdo con el periódico El Espectador para que me siguieran llamando “Escobita”. Al principio no me gustaba, pero me acostumbré y fue más fácil para la gente llamarme así que Juan de Dios. Incluso en mi negocio tengo el aviso de “Escobita”.

Juan de Dios Morales nació en Tenza, Boyacá el 19 de mayo de 1949; no ganó nunca la Vuelta a Colombia, pero sin duda su nombre, mejor, su apodo, hace parte de la historia del ciclismo colombiano.

Como suele pasar con los precursores de este deporte, fue primero domicilio de una droguería y después ciclista.

Su sangre es boyacenses, pero siempre representó a Cundinamarca, porque llegó a Bogotá a los 5 años de edad. A los 17 años ya pugnaba por ser el mejor entre los mensajeros de la Capital, y luego llegó el equipo de la Edis, y luego llegaron las carreras, las vueltas, los trofeos, las victorias.

“Me tocó una época de solo tigres”, afirma “Escobita” Morales, quien llegó como un invitado de lujo a la clásica Rubén Darío Gómez.

Esos “tigres” eran Cochise Rodríguez, Rafael Antonio Niño, Miguel Samacá, Gonzalo Marín, Álvaro Pachón, Luis H. Díaz, Carlos Montoya, e incluso al final de su época (1970 – 1980) corrió con Lucho Herrera, una historia que tiene que ver con Pereira, toda vez que en esta ciudad se creó el equipo “Valyin”, del que “Escobita” era el líder, y “Lucho” un jovencito del que aún nadie imaginaba lo que iba a llegar a ser.

Juan de Dios Morales tiene una marquetería: vende cuadros, vidrios y obras de arte.

“Aquí donde estoy tengo un dolor profundo: hace ocho días, saliendo a hacer mis rutinas de entrenamiento,  unos “malandros” nos atracaron, nos redujeron en forma muy humillante y me quitaron la bicicleta”, dijo, como una forma de desahogo, en medio de felicitaciones, firmas, fotos y recuerdos que le expresaron los aficionados que llegaron a las etapas de la Clásica Rubén Darío Gómez.

“Escobita” Morales fue campeón nacional de ruta, campeón del Clásico RCN, ganador de múltiples clásicas: Antioquia, Cundinamarca, la del Sur… A Europa solo fue una vez, con motivo de los Olímpicos de Munich (1972), pero se recorrió el continente americano con participaciones en las vueltas a México, Chile, Táchira y Guatemala, entre otras.

¿Y la Vuelta a Colombia?

De verdad hoy ya con mis años me extraña el por qué no gané una Vuelta a Colombia. Pienso que se me iba la mano en el entrenamiento; entrenaba mucho, y casi corría entrenando, entonces a la hora de la Vuelta llegaba agotado, y con todos esos “tigres”… el mejor puesto fue de cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo”.

Por Orlando Salazar Zapata

Comunicador social periodista

Para deporterisaraldense.com

Javier El Ñato Suárez

«A Rubén Darío Gómez lo conocí personalmente en el año 62 corriendo por el centro  de Pereira. Puedo decir varias cosas para los aficionados; Rubén Darío Gómez fue uno de los deportistas y personajes grandes  de este país. En el año 59 acabó con la Licuadora Paisa…», este es uno de los apartes de la entrevista hecha por el periodista Orlando Salazar Zapata a Javier El Ñato Suárez, en el inicio de la Clásica Rubén Darío Gómez Gobernación de Risaralda 50 Años.

«Llegué  al ciclismo de casualidad,  yo era mensajero y un amigo mío me dijo un día: ‘Javier corré’; lo pensé y de un momento a otro  y resulté corriendo en bicicleta. Yo  fui turismero, tenía dificultades económicas, en esa época cuando empecé a correr me ganaba 150 pesos (…)», así recuerda Suárez sus inicios.

Escuche la entrevista completa:

Albeiro Mejía

Cuando Luis Gerardo Mejía fue asesinado en la época de la violencia por ser conservador, Albeiro Mejía asumió el rol de padre de familia de sus 9 hermanos, entre ellos 6 mujeres.

La desaparición de su padre le cambió la vida: tuvo que abandonar sus estudios y ponerse a trabajar, casi a sus 11 años de vida. Con una bicicleta pequeña que le regaló el Niño Dios empezó a hacer domicilios enla droguería Ricángel, cuya lema publicitario lo recuerda fielmente quien ha sido uno de los ciclistas más importantes de la historia de Risaralda: “Ricángel a su puerta; cuelgue el teléfono y abra el portón”… y salíamos “a lo que diera” en la bicicleta para llevar el pedido”.

Ahí nació su amor por el ciclismo, un deporte que para Albeiro Mejía ha sido su pasión, y del cual tiene un sinnúmero de anécdotas que no se las guarda. Es un dicharachero lleno de amigos que le hacen ronda para escuchar sus historias y reírse de apuntes que avivan las conversaciones.

“Don Juan era un jefe que yo tenía y que mataba un gato de un regaño”, dice, al recordar el día en el que llegó tarde a la ferretería donde trabajaba como domicilio, por ir a ver pasar la Vuelta a Colombia en Boquerón.

“Un amigo me dijo que nos fuéramos a ver la carrera y que regresaríamos a eso de las 9:00 de la mañana; pues llegamos a las 4:00 de la tarde, y don Juan me dio los tres ácidos: ha sido un buen domicilio, ha sido muy honrado y ha sido despedido; llamó a don Gustavo, el contador, y le dijo que me diera la liquidación “para que me fuera a ir a ver toda la Vuelta a Colombia”.

Albeiro Mejía empezó entonces a hacerse hincha de Cochise, de Hernán Medina, de Rubén Darío Gómez; a este último y a los demás pedalistas de Risaralda los podía ver en el taller de bicicletas de don Olmedo Rodas, adonde acudía para reforzar su pasión por un deporte que, para ese entonces, solo le servía para hacer domicilios.

Después de trabajar en la droguería Ricángel pasó a la droguería 91-92 ubicada en el mismo sitio que actualmente ocupa, carrera 17 con carrera 7ª., y luego trabajó con “Orejarena Hermanos”.

“En la 91 -92 nos daban los domingos 5 pesos adicionales a quien hiciera más domicilios en la semana, y se podrá usted imaginar cómo nos “matábamos” todos los muchachos por ganarnos esa platica”.

En ese momento, su relación con la bicicleta ya dejaba de ser solo en función del trabajo. Los amigos lo invitaron a Santa Rosa, “y en la curva gris les saqué ventaja a todos, entonces ellos decía que qué chino tan monstruo, que yo servía para corredor de bicicletas”.

Luego de que don Juan le diera los “tres ácidos”, aprendió la carnicería y se puso a trabajar con un tío en el pabellón, en la galería. “Me iba a entrenar a las 3:30 de la mañana; íbamos a Chinchiná, volvíamos, me juagaba y arrancaba para la carnicería”.

Luego llegaron los chequeos ciclísticos, como la doble a la Isla que corrió con una bicicleta a la que le quitó los guardabarros y la parrilla para que quedara más livianita y poder mover así la relación fija 18-48; el almacén El Balín le proporcionó un uniforme y a su hermana Mery le pidió prestados unos zapatos bajitos que se asemejaban a unas zapatillas de ciclismo.

“Imagínese esa pobreza de nosotros; entonces ella me prestó los zapatos que estaban nuevos y me los recomendó muy bien; corrimos como 60 y yo me metí en la mitad del lote para que no me fueran a hacer bronca. En Viterbo se largó un palo de agua, y yo empecé a sentir que las piernas me dolían y que me sonaban los pies; pues ese día quedé quinto y los zapatos se dañaron; el agua y el trajín los dejaron maltrechos; fíjese la cantaleta de mi mamá (Virgelina López) y las lágrimas de mi hermana, a quien le tocó pedir prestados a una amiga unos zapatos para poder ir a trabajar al día siguiente”.

Albeiro Mejía empezó a correr y a ganar clásicas y a ganar platica; primero fueron 10 pesos y luego 90, y cuando pudo, le dijo a Mery: “tenga para que compre los zapatos”.

En Bogotá, en el Campeonato Nacional de Turismeros ganó sus dos primeros trofeos: uno por ser cuarto y otro por haber sido el mejor ciclista de otro departamento distinto a la capital.

Llegaron entonces los chequeos para ir a la Vuelta a Colombia, y en uno de ellos cedió su puesto a Rubén Darío Gómez, a su referente de entonces, porque Rubén Darío No había logrado los puntos necesarios para clasificar, y Albeiro sí.

A esa Vuelta a Colombia de 1965 fue como ayudante de mecánica de Olmedo Rodas (dueño del almacén El Rutero) quien le pagó 800 pesos, y al año siguiente incursionó, con 58 kilos de pesos, en la máxima competencia ciclística del país. “Peleé el Novato del Año, pese a que los amigos me decían que yo no aguantaría ni tres etapas”.

Albeiro junto a Fernando Gaviria y el presidente de la Liga de Ciclismo, Santiago Robledo.

Albeiro Mejía cumplió los sueños que lo llevaron a ser ciclista. Pudo tener un carro como lo tenía su ídolo Rubén Darío Gómez y ser recibido en el carro de bomberos; eso fue cuando Colombia logró el título de la Vuelta a México.

Ha sido condecorado con la Cruz de Boyacá por el Presidente Carlos Lleras Restrepo y recibió las llaves de Bogotá de manos del alcalde Virgilio Barco. A sus 70 años (28 de febrero de 1947) su mayor y mejor regalo será ser abuelo. En agosto próximo nacerá Gabriela, que ahora está en el vientre de Lina María Mejía, su única hija.

Seguramente Gabriela sabrá de su propio abuelo, cómo salió de la pobreza, cómo se metió al ciclismo, cómo corrió 10 vueltas a Colombia y 10 clásicos RCN, cómo ganó el clásico RCN de 1972 y cómo se hace para tener tantos amigos.

Por: Orlando Salazar Zapata

Comunicador social periodista

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Fotos: Cortesía/Orlando Salazar Zapata/DeporteRisaraldense