Deporte Risaraldense

El peligro de reducir el deporte a la política en tiempos de COVID-19

Por: Carlos Marín (Comunicador Social y Periodista)

Cientos de entrenadores siguen uniendo sus voces al ambiente de necesidad que deja la pandemia mundial por el Coronavirus, pues la emergencia sanitaria manifiesta la vulnerabilidad de un sistema pensado hacia los altos logros desde el sector político.

La carencia de recursos del Ministerio del Deporte imposibilita pensar al Sistema Nacional del Deporte como un gremio sólido. No hay indicadores que reluzcan su importancia para el desarrollo armónico de los ciudadanos en las regiones. Políticas públicas que no encaran un compromiso vehemente con la estadística, con esos datos que justifican el trabajo desde frentes como la actividad física y la recreación.

Todo cuanto circunda a la actividad física, recreación y deporte, en relación a los datos, está estrechamente ligado a la evidencia que debe existir desde la función pública para argumentar la inversión Estatal; pero no desde la perspectiva de incubar al interior del Gobierno Nacional, la idea que este gremio tiene más peso del que se cree para una población que sigue cicatrizando heridas. En definitiva, no hay una filosofía consistente que permita al área tener el peso que constitucionalmente parece que tiene.

Luego, el Estado se empeña en sostener esa brecha entre el alto rendimiento y lo que implica la formación de deportistas de élite, apareciendo en las etapas concluyentes del proceso. Aquí es donde ingresan los entrenadores al escenario de desarrollo deportivo para reclamar lo que les corresponde. Inversión, acompañamiento y más oportunidades.

Desde Sídney 2000 el país político, el país del funcionario público en deporte se viene encariñando más con la idea de sacar a flote a Colombia a través de campeonatos mundiales, eventos del ciclo olímpico y competenciales internacionales, todo lo que le genera un estatus a la nación por medio de los resultados.

Paradójicamente el país ha enfocado sus esfuerzos en mostrar a nivel internacional el desarrollo del alto rendimiento y se ha abandonado en la construcción de una política pública que intente enmendar las debilidades del sistema, esas que persisten desde la ley 181 de 1995.

Un asunto de filosofía

Para comprender la carencia de una filosofía consistente que lleve al país a considerar al deporte, la actividad física y la recreación como actividades que en definitiva constituyen una herramienta influyente en el desarrollo humano de los ciudadanos, hay que buscar otras líneas de pensamiento, que, aunque críticas nos posibilitan una margen de interpretación mayor.   

Un buen ejemplo para explicar la ausencia de filosofía, es el olimpismo, una línea que desde el materialismo filosófico genera varios contrasentidos en la manera que muestra al deporte como una actividad pacificadora, grandilocuente en su manifestación.

Para el materialismo filosófico la redacción de la misma Carta Olímpica reduce al deporte al asunto político sin que exista tal necesidad, pues no todos los ciudadanos quieren realizar actividad física o están capacitados para ello.

Luego, el deporte materializado en el gesto de la competencia tampoco es pacificador, menos una herramienta educativa más importante que la educación misma.

 A lo largo de la historia, la filosofía olímpica ha tenido que convivir con estas incoherencias, aprovechando el deporte lucrativo para expandirse por el mundo sin que exista una crítica fundamental que lo lleve a revaluar sus cimientos desde los mismos Comités Olímpicos Nacionales (CON).

“A los Juegos Olímpicos ingresas como nación y sales como atleta”, un concepto que explica la psicologización del deporte, la politización del mismo.

Desde Pierre de Coubertine, barón francés, el olimpismo ha moldeado una filosofía que, en ninguno de los momentos de la humanidad, ha logrado eliminar la estratificación social. Las potencias siguen siendo potencias y cualquier asomo de los países emergentes, son un asunto que nos remite al siglo XIX, cuando la clase noble a través de la actividad física le enseñaba al proletariado cómo surgir, tal como ocurre ahora. Los países del primer mundo, enseñan a los países en vía de desarrollo, cómo ganar medallas.

África nunca ha sido potencia, pese a la existencia del deporte, a la existencia del Olimpismo. El deporte es lo que es, no es otra cosa. Las olimpiadas post primera guerra mundial, no pudieron enmascarar las debilidades filosóficas de este movimiento dejando a las naciones perdedoras, por fuera.

En el caso colombiano, basta remitirse a los Juegos Nacionales de Bolívar 2019, cuando el mismo Estado vulneró la Carta Fundamental de Juegos, que es la hoja de ruta, el manual filosófico de las justas más importantes de la nación.

Sin que existiera una abnegación, violó sus principios, esos que, en definitiva, no demuestran un equilibrio real entre los departamentos potencia del país y los que no gozan de esta característica. Por tanto, el deporte, no es pacificador, por el contrario, a sus principios, impone una visión donde la victoria como concepto bélico, impera.

Pensar que el deporte, la actividad física y la recreación es una herramienta inigualable es un error, ese error ha creado un ambiente histórico para que sus actores obvien que la filosofía sobre la que se sustenta es débil, débil para su desarrollo y débil para el Estado. Resulta contraproducente para cualquier anhelo de evolución ahora, imaginar que el máximo órgano del deporte colombiano, obrará para las clases menos favorecidas, desde cualquier perspectiva, buscará amparar a los medallistas internacionales, aún cuando las bases de la pirámide se sientan desprotegidas.

Sin más ni más, el Ministerio del Deporte apunta a una congelación de recursos, pide a los deportistas olímpicos aplaudir al sector salud; mientras los entrenadores de los clubes formativos de más de 40 disciplinas deportivas, no saben qué sucederá en un futuro con la emergencia.

No hay filosofía, no hay política pública, no hay recursos; el país solo tiene medallas para mostrar a nivel internacional, como si se tratara de un asunto meramente político y no humano.

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